¿Cómo Una Viuda Debe Enfrentar la Pérdida de su Esposo?
Por Anne Fielding

Cuando mi esposo Sheldon Kranz murió hace 20 años, a pesar de tener una enorme pena, me sentí muy afortunada que estaba estudiando el Realismo Estético y donde aprendí cómo utilizar esta situación para gustar más del mundo, apreciar más a la gente y valorar las cosas más profundamente. Y también aprendí cómo criticarme a mí misma y a mi querido esposo de una mejor manera. Mi esposo y yo tuvimos el honor de estudiar en clases con Eli Siegel, el gran poeta quien fundó la educación Realismo Estético en el 1941. Lo que el Sr. Siegel me dijo en una lección en el 1957 ya recién casada, me di cuenta que seguía siendo cierto cuando enviudé: “Su deseo es ver todo tan bien como sea posible. Pero cuando usted se casa tiene la tarea de ver a su esposo tan bien como usted pueda y su relación con él”. He aprendido que ese deseo “de ver todo tan bien como sea posible”, es equivalente a nuestro deseo de gustar del mundo — que el Realismo Estético enseña es el propósito del matrimonio y de la vida misma.
Es vital que las mujeres sepan esto. Más que nunca hay grupos de apoyo en todo el país en donde viudas se reúnen y conversan, y estos grupos son útiles para que una viuda se sienta menos aislada. Pero frecuentemente lo que llaman “apoyo” es realmente un elogio dañoso y poco amable, porque anima a una mujer a buscar simpatía en otras viudas quienes las escucharán “sin juzgar”, sin ninguna crítica. Hay algo en una mujer que no debe apoyarse ni una pizca: específicamente su deseo de tener desprecio por el mundo y la gente– que es el peligro más grande de una viuda, y el mismo peligro que ella tenía cuando su esposo estaba vivo– pero ahora es más intenso.
Yo quiero que todas las mujeres sepan lo que he conocido íntimamente: lo que más necesitamos cuando fallece alguien querido es la hermosa y alentadora crítica que sólo el Realismo Estético provee, y que opone nuestro desprecio y hace posible que una mujer, con toda su congoja, le guste el mundo honestamente.
Esto es lo que mujeres están aprendiendo en consultas del Realismo Estético. Cuando en una consulta telefónica desde California le preguntamos a una señora que llamaré Rita Morelo, “¿es la taza que usted sostiene en su mano tan delicada y robusta como cuando su esposo bebió de ella?” “Claro que sí” dijo ella. Y cuando preguntamos, “¿Sigue siendo la mesa donde usted se apoya, capaz de soportar el peso de sus codos y la taza?”, ella comenzó a darse cuenta que, aunque su esposo había muerto, el mundo no era solamente extraño o temeroso, pero también bondadosamente familiar. Inmediatamente ella se sintió más afianzada en este mundo y su corazón más liviano.
El desprecio: el peligro más grande para una viuda
La Sra. Morelo también comenzó a aprender que el peligro para una viuda es usar la pérdida de su esposo para sentirse resignada y tener desprecio por el mundo—de sentir que es cruel y no tiene sentido. Ella también vio que fue el desprecio lo que interfería en su matrimonio mucho antes de la muerte de su esposo. Por ejemplo, ella mortificaba a Ronald Morelo con lo que llamaba “mis quejas dominicales”.
Cuando un esposo muere, el desprecio que una mujer ha nutrido diariamente en su vida matrimonial puede intensificarse y causar desolación. En uno de los documentos más hermosos, El Significado del Kaddish Hebreo, Eli Siegel explica lo que viudos y viudas necesitan más conocer:
Cuando una gran pena ocurre, hay una tendencia para encerrarse dentro de uno mismo, y allí permanecer impasiblemente lúgubre. La congoja puede ocasionar un desinterés reacio a ver el color en cualquier cosa, la bondad en cualquier persona, significado en el universo. El propósito del Kaddish es prevenir que nuestra congoja y temor cambien a egoísmo. Nos pide que no transformemos una pena a un disgusto por todo lo que existe.
Las mujeres aprenden que el mundo no se acaba con la muerte de un esposo
Rita Morelo se sorprendió cuando se dio cuenta que desde sus primeros años como esposa, ya tenía una tendencia de ser “impasiblemente lúgubre” con su esposo. En una clase Eli Siegel le dijo a “There Are Wives”, consultoras del Realismo Estético que enseñan a las esposas—de la cual soy parte—que nunca deben dejar a un lado la pregunta central: “¿Cuánto quiere la gente gustar de las cosas?” Él explicó: “La gente no quiere sentirse complacida con lo que es diferente a ellas”. Si una mujer por años ha teniendo la victoria engañosa de no gustar del mundo—y la mayoría de las mujeres lo hacen—cuando un esposo muere ella usará su ausencia para aumentar su desagrado y para amarse a sí misma exclusivamente. Este “disgusto por lo que existe” puede demostrase en el deseo de quedarse en cama, de no hablar con nadie o no comer. Una mujer puede estar molesta que el día es soleado, puede odiar que otra gente lo pase bien, o resentir a mujeres cuyos esposos están vivos.
Yo recuerdo con vergüenza que después que Sheldon Kranz murió, vi a una mujer de mi edad caminando con su esposo y sentí: “¿Por qué tiene ella a su marido cuando el mío ya no está aquí?” Estoy muy agradecida que supe criticarme a mí misma y me pregunté, “¿Estas orgullosa de este sentimiento? ¿Te respetaría Sheldon por tenerlo?” Inmediatamente vi cuan injusta y egoísta era, y cambié.
El querer conocer es una bella labor
Una pregunta que “There Are Wives” hace a las mujeres es: “¿Cuán grande es su deseo de conocer?” Nosotras hemos visto que la mayoría de las esposas prefieren poseer y manipular a sus maridos en vez de conocerlos; y esa es la razón que una mujer se siente culpable cuando fallece su esposo. Y una mujer en luto puede también sentirse enojada con su esposo porque al morir ella no puede poseerlo más, no lo tiene para servirla y hacerla sentir importante.
En una lección del Realismo Estético que mi madre tuvo en 1952 luego de la muerte súbita de mi padre, Eli Siegel le explicó que la razón central que se sentía desolada y responsable por su muerte era que ella no había querido conocerlo suficientemente, y ahora sentía que era demasiado tarde. Cuando mi madre dijo que no tenía ninguna razón para vivir, yo recuerdo la forma magnífica en que el Sr. Siegel le demostró que eso era realmente desprecio, y que no era demasiado tarde. Le explicó que podría usar sus pensamientos ahora mismo para realmente conocer quién era ese hombre con quien vivió y crió dos hijas—para ver cómo mi padre estaba relacionado a todo lo que existe. Yo vi como mi madre, a la edad de cuarenta y nueve años, comenzó literalmente a vivir nuevamente.
En la primera consulta de Rita Morelo le preguntamos: “¿Cree usted que todavía tiene cosas que aprender acerca de Ronald Morelo—y que a él le gustaría eso?” Y le hice una pregunta que Eli Siegel le había preguntado a mi esposo al morir su madre: “¿Está [Ronald ] tan relacionado a las cosas ahora como lo era hace tres años?” Después de una pausa, ella dijo con alegría en su voz, “Creo que sí”.
“Aun después de la muerte de alguien”, dijo Eli Siegel, “la labor de conocer a esa persona continua”. La Sra. Morelo comenzó a aprender que aunque su esposo no estaba más allí, sentando frente a ella en la sala, o abrazándola en la cama, su bella “labor de conocer” a su esposo y al mundo no se ha terminado; de hecho, estaba comenzando.
“Toda la belleza”, Eli Siegel declaró en un principio del Realismo Estético, “es la unión de opuestos, y el unir opuestos es lo que estamos tratando de lograr en nosotros mismos”. Nosotras hemos preguntado a mujeres: “Si su esposo era bondadoso, ¿no vino esa bondad de la realidad que lo hizo—y que todavía existe en el mundo? ¿Si él tenía fortaleza y ternura, por ejemplo, cree usted que esos mismos opuestos los podrá encontrar en muchas cosas?” La Sra. Morelo estudió los opuestos en los objetos del mundo: la aspereza y la suavidad en un melón; la curvatura y la línea recta en un par de tijeras; cómo una gardenia es concentrada y abierta; la flexibilidad y consistencia, separación y continuidad en una mesa de mimbre. De esta mesa ella escribió:
“Se construyó en un país muy lejano, y me pongo a pensar de cuántas manos se necesitaron para crearla y las esperanzas de esas personas. Esto me hace sentir más allegada a ellos”. Ella escribió un monólogo de su esposo, incluyendo sus críticas de ella. Escribió sobre los sentimientos de un vecino, y las esperanzas y temores de un niño en México. Su vida, que era tan limitada, llegó a ser más vibrante y llena. A la edad de 77 años escribió en una carta: “Ya no pienso que esta parte de mi vida es el último capítulo, sino el primero. Soy más feliz y…más compasiva. [Gracias a lo que] he aprendido del Realismo Estético,…no le temo al futuro”.
Anne Fielding (1933-2023) era una consultora en la Fundación Realismo Estético.