Por Dr. Jaime R. Torres

Editorial
El horrible asesinato de Marcelo Lucero en Patchogue NY muestra una vez más que el prejuicio continúa presente en nuestro país. Debemos usar esta tragedia para combatir los prejuicios con tesón dondequiera que estén, incluyendo en nuestra comunidad.
Cuantas veces he escuchado a puertorriqueños y dominicanos desdeñarse unos a otros. He visto a jamaiquinos y afro americanos de Harlem mirarse despectivamente unos a otros. Y varias veces, antes de las elecciones, oí a algunos latinos decir en voz baja “no voy a votar por el negrito”.
Como puertorriqueño, yo también he sido objeto de prejuicios–desde burla por mi acento, vivienda denegada, hasta siendo tildado de haber sido admitido a la universidad por una cuota.
Pero tengo que admitir que he sido prejuiciado también. Cuando mi abuela apuntaba a su mejilla y decía, “no traiga muchachas aquí más oscuras que yo”, yo estaba de acuerdo con ella. Y en la universidad rehusé a unirme a clubes y grupos de estudio que tenían negros y latinos porque, vergonzosamente, sentía que era mejor que ellos. Pero esa actitud tuvo consecuencias: me sentía disgustado conmigo mismo, inseguro y vacío.
Sé con todo mi corazón y mente científica que el racismo, y las horribles consecuencias que conlleva, puede terminar. Aprendí es mis estudios en la Fundación Realismo Estético, donde se enseña la educación fundada por el filósofo y educador Eli Siegel, que los prejuicios y el racismo no comienza con la raza, pero con el deseo humano de tener desprecio, “la importancia falsa que se siente al restarle valor a lo que no es uno mismo”.
El desprecio es muy común. Está en la creencia de que mi familia es mejor que los vecinos; de que mi gusto es de clase alta, comparado con un compañero de trabajado. Está presente en el agravio pensado y nunca dicho, la humillación de ser sospechoso por el color de nuestra piel y, tomado suficientemente lejos, el desprecio puede resultar en matar a una persona, una persona tan real como Marcelo Lucero.
En consultas del Realismo Estético empecé a aprender cómo ver a la gente justamente, con respeto. Me preguntaron, por ejemplo, “¿Cree que otras personas son más diferentes o similares a usted?” Diferentes, contesté. Y explicaron que “tan pronto usted se ve como diferente, el ego quiere sentirse superior a esas personas”. Esto me impedía a tener los sentimientos que deseaba tener. Tan pronto empecé a ver que los sentimientos de otros seres humanos son tan reales como los míos, me sentí bondadoso y orgulloso de mí mismo.
La histórica elección de Barack Obama y el hecho de que gentes de muchas clases—blancos, negros, asiáticos, latinos, jóvenes, ancianos—lo respaldaron, es una importante señal que nuestro país está buscando derrotar al racismo.
El prejuicio y el racismo puede cambiar a respeto cuando entendamos y critiquemos el desprecio donde comienza—en nuestro propio ser—y cuando veamos que respetar a otros nos hace más importantes que menos preciarlos.
El Dr. Jaime R. Torres es un Asociado en la Fundación Realismo Estético en NY y fundador de Latinos por un Seguro Médico Nacional.